La ética del deber (también llamada ética deontológica, o simplemente ética kantiana) puede ser vista como un buen fundamento para el liberalismo, que es una filosofía política. Aquí se da una circunstancia curiosa. Stuart Mill, que hace una buena defensa del liberalismo, basa éste en la teoría utilitarista, que también defiende. Pero liberalismo y utilitarismo no se llevan bien, como hemos visto en páginas anteriores cuando hablábamos de los tres casos. En cambio el liberalismo tiene un muy buen aliado en la ética del deber.
La clave de bóveda de la ética del deber es el imperativo categórico. Su contenido viene a ser éste: tu libertad acaba donde empieza la de los demás. La idea es que los demás tienen derechos y son libres de hacer aquello a lo que tienen derecho; limitar estos derechos es atentar contra la dignidad de las personas. Derechos, libertad y dignidad son tres palabras clave. La moral no trata, como en el utiitarismo, de qué debo hacer para beneficiar a las personas, sino de lo que debo hacer para respetar su dignidad y no violar sus derechos. No se trata de lo que debo hacer por los demás como de lo que no debo hacerle a los demás.
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