Como se ha visto, los sentimientos son importantes por la indudable influencia que tienen en la acción humana, en el comportamiento. Los sentimientos pueden ir a favor o en contra del querer de la voluntad y, por tanto, facilitar o dificultar las acciones libres. Pero el dominio sobre los sentimientos por parte de la voluntad y la razón no está asegurado. (Parra, 2006)
La excelencia humana, la felicidad, se identifica con la posesión de hábitos de la voluntad que dan lugar a caracteres maduros, equilibrados, dueños de sí, ricos a su vez en sentimientos.
Si bien la deliberación final es siempre un acto de la voluntad, aunque intervengan todas las facultades, de ahí que la “decisión de la voluntad”, guiada por la razón e influida por los afectos y sensaciones, deba ser el eje central para el análisis de cualquier acción humana.
La acción humana, lo es en la medida en que supone una decisión libre de la voluntad, motivada por una intención que puede ser más o menos racional y más o menos emocional. Dicho de otro modo, aunque la acción es una, en ella se puede distinguir una “intención” que es el resultado de un juicio querido de la razón, acerca de la conveniencia de actuar o no, y afectado a su vez por los sentimientos. Entendimiento, voluntad y afectividad intervienen pues en toda la acción.
Bibliografía
Guillén, M. 2005 Prentice-Hall, Inc. “Ética en las organizaciones. Construyendo confianza”.
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